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Inclusión , con condiciones.


En los últimos años se está hablando mucho sobre el proceso de inclusión: ¿Debe hacerse de forma general? ¿Deben todos los niños ir a colegios ordinarios? ¿Están los profesionales preparados para el cambio?.

Es indiscutible que este debate es bueno para todos, ya que pone sobre la mesa muchas de las carencias de acceso a la educación que sufren las personas con diversidad funcional. Pero, ¿estamos consiguiendo cambios?

La lucha comenzó por el respeto a las diferencias como una parte de más de la persona. El reconocimiento de que las diferencias son cualidades importantes en las personas, y que no solo eso, sino que enriquecen a toda la comunidad. De ahí pasamos a que todos los niños debían estar en colegios ordinarios con los apoyos necesarios . Esto permitiría que ese enriquecimiento del que hablábamos en un primer momento llegará a todos los niños. Quizás nos saltamos un paso muy importante, por no decir el más importante. Lo primero que debíamos haber debatido es el hecho de si los profesionales estaban preparados para acometer este cambio.

La inclusión es la máxima a la que deberíamos aspirar todos los que formamos parte de la sociedad, pero no podemos permitirla a cualquier precio, porque entonces se transforma en historias de frustración, experiencias negativas y situaciones desesperantes tanto para la persona con diversidad como para su familia.

Antes de llenarnos la boca con la palabra INCLUSIÓN, o de pelearnos por si se debe decir integración o inclusión, deberíamos tener claro a qué queremos referirnos y qué implica este proceso.

En el último año he visto centros educativos presumir en sus decálogos, en sus redes, etc de que son centros inclusivos, que respetan las diferencias y que se ajustan a las mismas para ayudar a las personas a conseguir alcanzar su máximo potencial. Estos anuncios me llenan de alegría, ya que como dije al principio , es algo que debemos alcanzar a futuro para todos los niños. Pero, que decepción tan grande cuando descubres qué consideran inclusión.

Más que observar qué consideran inclusión, la decepción aparece cuando ves a qué niños "incluyen". La inclusión queda restringida a niños que nunca debieron abandonar la ordinaria. Niños con diversidad funcional que no interrumpen el ritmo de la clase, que pueden seguir las adaptaciones de contenido, que pueden ser independientes etc.

¿Es esto inclusión y respeto a la diversidad? A mi entender no. Incluir y respetar las diferencias personales es un proceso complejo, un proceso educativo que implica algo muy sencillo : Dejar de pensar que las personas deben adaptarse a lo preestablecido , para encontrar la forma en que , desde su diferencia , la persona sea parte de la sociedad. Es decir, eliminar el molde rígido , para crear uno flexible donde quepamos todos.

A día de hoy los niños con : problemas de conducta, problemas de comunicación graves, problemas de socialización graves, o dificultades severas para seguir el curriculum establecido, siguen quedando fuera del sistema. Entonces , ¿para quién es la inclusión?

Si queremos realmente llevar a cabo este proceso debemos afrontar un cambio por parte de todos los elementos de la comunidad educativa. Así, para todos los que piensen que esto es una crítica a los profesores, nada más lejos de la realidad. Se trata de una crítica a los que queremos vender generando experiencias negativas , e incluso duras, a las personas con diversidad y a sus familias , por no ser conscientes, antes de iniciar el proceso, de nuestra falta de formación para afrontar el reto.

Luego, ¿a qué elementos de la sociedad afecta este proceso? ¿quiénes deben realizar un cambio de pensamiento y acción, antes de iniciar el proceso?. Pues toda la sociedad, desde el escalón más básico al más complejo:

- Las familias de niños con diversidad: Deben dejar de esconder a sus hijos, o de enfrentarlos a situaciones sociales, por miedo a que la sociedad los critique o juzgue. Sus hijos con parte de la sociedad y esta debe aprender a respetarlos. Solo lo hará si asume la diferencia como parte de la misma.

- Las familias de niños sin diversidad: Deben dejar de evitar que sus hijos se relacionen con personas con diversidad. Conocer la diferencia, aceptarla y respetarla , es uno de los máximos valores que pueden enseñar a sus hijos. Deben aprender que no todos somos iguales, y que es en nuestra diferencia donde está el valor de la persona.

- Los profesionales de todos los ámbitos: Deben aprender a tratar a las personas con diversidad. Dejar de tener miedo a la diferencia y escuchar a las familias en el asesoramiento que ofrecen hacia el trato. No se pueden negar servicios por miedo a los comportamientos. Pida usted ayuda si desconoce, pero no evite el servicio.

- Los profesionales del ámbito educativo: Psicólogos, pedagogos, psicopedagogos, maestros, auxiliares, etc, deben dejar de pensar que la persona debe adaptarse al sistema , y que si no lo hace, la comunidad educativa ordinaria no puede dar respuesta porque la persona no llega. Los estandartes de la educación, su máxima debe estar por encima del currículo. La educación es más que aprender un guión educativo formalizado, se trata de la formación de una persona. Si no se está preparado , se debe dejar de echar la culpa a la persona con diversidad, más concretamente a sus capacidades, para hacer un proceso de autocrítica que nos lleve a una mejora de nuestras actuaciones.

- Las administraciones: Estas más que ningún escalón, deben ser capaces de dotar de los medios materiales, personales y formativos , a la Comunidad, para que esta pueda actuar en consecuencia. No necesitamos que nos vendan la inclusión para conseguir una foto, necesitamos que pongan en marcha el proceso de adecuación necesaria para que esta sea una realidad.


En definitiva, no todo vale cuando hablamos de inclusión, no podemos abanderarnos como centros inclusivos y cuando surgen problemas reales echar a los niños bajo la consigna de no estamos preparados. Si no estamos preparados debemos reflexionar de qué necesitamos antes de dar este paso , poner la maquinaria formativa y personal en marcha , para luego ofrecer una inclusión real de calidad.


Rebeca Cabrera Urquía, Mstra. en terapia conducta, Licenciada en psicología, Diplomada en logopedia, Experta Universitaria en trastornos psicológicos del niño y del adolescente, Creadora del programa PAAIGI.

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